sábado, 21 de noviembre de 2009

Madre


Salió de la habitacion como vino, haciendo un suave "click" con el pestillo de la puerta. Siempre habia sido dulce, hasta para eso. Bajó las escaleras del edificio sin darse apenas cuenta y tomo un rumbo incierto que la llevó a un parque. Era invierno, y aquella era la ciudad de los copos de nieve, y hacia frío. Se sentó en uno de los bancos de madera con estalactitas de hielo. Aquel sitio estaba desierto, nadie en su sano juicio salía a las 12 de la noche en pleno invierno, pero eso a ella no le importaba. A pesar de ser dulce notaba cómo la ira la invadía por dentro. Pocas veces se había enfadado de verdad y menos eran las que lo había demostrado, pero aquello la enfurecía cada vez más, precisamente porque no lo entendía.


No entendía porqué, precisamente ahora, él decia todo esto. Imaginó miles de excusas mientras mordía los guantes del frío pero no podía quedarse con ninguna. Era injusto. Aunque a ella los años le habían demostrado que el mundo podia ser demasiado cruel, en este momento había tenido la esperanza de que cambiase, de que por fin, siendo justa como siempre había sido, la vida le recompensase con un mínimo, ella solo pedía un mínimo. Pero otra vez había escuchado las mismas mentiras vanas, los mismos miedos expresados bajo excusas razonables.

De repente tuvo la sensación de tumbarse en aquel banco y dejarse llevar, sería muy fácil caer en el sopor del frio y apagarse poco a poco, sin darse apenas cuenta. Terminaría asi su larga espera de la esperanza y del éxito, de lo que creía honorable y de lo que no. Al día siguiente la encontrarían así, congelada en postura fetal mordiéndose los guantes, semejante a una estatua de cristal de hielo, de las que mueren por el calor. Precisamente ella, en su vida, había sido un foco de calor para el mundo, y el mundo solo le había devuelto hielo. Estuvo a punto de sucumbir a la tentación de morir, pero, como suele ocurrir, no era tan valiente como para afrontar la muerte.

Ella, tan justa, tan dulce, era una cobarde. Y una egoísta por pensar así. No sabía cuántas horas habían pasado desde que se sentó en el banco pero al levantarse notó pegada la ropa a él. Estaba casi amaneciendo y la atmósfera era de un color ocre apagado.

Caminando sonrió. Él no lo sabía, pero hoy, antes de las excusas vanas y razonables, ella le iba a declarar que él era su apuesta personal. No era justo que el mundo le respondiese así, cierto, pero tampoco hubiera sido justo quedarse allí, en aquel banco, a morir. Hubiera sido egoísta porque, por primera vez en su vida, habia comprendido que su verdadera apuesta personal estaba naciendo ahora mismo en su vientre. Esa era su única excusa razonable, y a pesar de lamentar no compartirla con él, se sintió extrañamente feliz.

Ser madre eliminaba la palabra "egoísmo" del diccionario.

3 comentarios:

  1. Tal y como me pediste, aquí te dejo escrita más o menos mi breve crítica:P

    La historia está bien ordenada, bien estructurada y logras mostrar la evolución de la protagonista.
    El principio está bastante bien, consigues presentarnos a la chica.

    Y ahora debo decirte que sigues teniendo una falta (me vas a mandar a la mierda con tanta ortografía jejej): No entendía porqué. Se te olvidó separar el "por qué":P

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  2. Me gusta! Bien contado y enlazado de principio a fin. Acabo de descubrir tu blog, lo seguiré, con tu permiso.

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