Hoy el rocio la despertó de la blanca cuna de mis brazos,
sus petalos como pestañas estrechaban mis ojos
y ni una sola voz del extrarradio
conseguia que se separasen nuestros labios.
Sonaba los relojes! las horas pasaban!
y ni siquiera el tenue rubor
de nuestros latidos paraban,
aqui pueden morir el odio y la risa,
que ella esta en mis suspiros
y en mis manos y en mi boca
y para nuestros actos no hay ninguna prisa,
porque si de amar se tratase yo me niego!
solo se enamorarme de esta estupida locura
que es el cielo de tu voz y el infierno del desenfreno !!!
cabilen los hados a mi yo eterno
porque sea yo tu luz nunca exigua,
y alimenten tristes los paramos yermos
de los corazones que antes poblaron tus sonrisas,
repartiendo rosas y espinas donde nunca antes
crecieron las flores.